10 octubre 2008

PROGRAMACION TELEVISIVA PARA UNA DEMOCRACIA FUERTE

Gustavo Pereira

Seguramente podemos alcanzar un fuerte consenso en que las sociedades democráticas son más sólidas cuanto más sólida sea su ciudadanía, y que a su vez esta ciudadanía requiere para su pleno ejercicio tanto de valores como de capacidades individuales. Así se conjugan en la imagen de un buen ciudadano los valores de la libertad, la igualdad, la solidaridad, el respeto y también las capacidades que permiten que esos valores se ejerzan y tengan una incidencia pública, por lo tanto también será necesario que los ciudadanos sean capaces de deliberar, de procesar información, de ponderar alternativas y establecer prioridades. Las democracias deben asegurar esta condición, y para ello el acceso a la información y a la cultura son primordiales, muy especialmente en los sectores más vulnerables de la sociedad donde el acceso a medios como el cine, el teatro o la televisión por cable está vedado, siendo en consecuencia la televisión abierta su fuente privilegiada de acceso a la cultura y la información. Esta situación tiende a reproducirse con menor intensidad en otros sectores sociales, lo que si bien disminuye la incidencia de la televisión, no la hace que sea menos relevante.
A partir de esta realidad y pensando en la formación de ciudadanos y las posibilidades reales que se tienen para ello, tal vez sería bueno que además de dotar de mayores recursos a la educación, de insistir en un mejor diseño de los programas de estudio y en promover la participación y la discusión, pensemos que la televisión tiene un rol a cumplir en esa tarea. Deberíamos en lugar de criticar la cada día más pobre programación de la televisión abierta preguntarnos si no es una responsabilidad del Estado tomar alguna iniciativa que incida en la misma.
En consonancia con lo que se decía al inicio, un Estado democrático tiene la responsabilidad de asegurar la fortaleza de la democracia a través de la promoción de los valores cívicos y de las capacidades correspondientes. Es por ello, que dado que la televisión juega o podría llegar a jugar un rol altamente significativo en esa tarea, se debería incidir en los criterios de programación de los canales de televisión abierta, ya que éstos usufructúan señales que son de todos y por lo tanto deberían comprometerse con esos valores que también son de todos: los valores de la ciudadanía.
Por supuesto que en un planteamiento de este tipo surge inmediatamente un riesgo de manipulación e instrumentalización de la televisión para fines políticos. No sería nada novedoso el vestirse con el traje del interés general y culminar realizando fines particulares, pero si existe un verdadero interés en promover una ciudadanía sólida, el temor ante este riesgo no debería paralizarnos sino que por el contrario debería estimularnos a buscar los mecanismos que pudiesen evitarlo. Casi siempre en estos casos la imposición es el peor camino y el diálogo el mejor, por lo que bien podría pensarse en una instancia en la que se discutiera este tipo de cuestiones en la que participaran todos los afectados, de tal manera que los intereses de todos se vean reflejados: el de los ciudadanos a través de sus representantes políticos, el de las empresas que tienen las señales, el de las empresas que avisan, y todos aquellos que puedan integrarse como forma de garantizar la representatividad de esta instancia. De esta forma se podría transformar la concepción del televidente-consumidor en la del televidente-ciudadano, que como tal tiene una dimensión de consumidor que es irreductible pero que también es capaz de albergar un espacio que se sitúa más allá del interés personal y se proyecta en el interés general.
¿Cómo podría hacerse esto? ¿En qué contenidos se piensa? Para responder estas preguntas es imprescindible tomar distancia de las interpretaciones dicotómicas que postulan como única alternativa al entretenimiento de pésima calidad que plaga nuestra televisión, a programas educativos o la alta cultura manifiesta por ejemplo, en la ópera. Si éste es el camino, la empresa está destinada al fracaso porque si sustituimos a Gran Hermano o Bailando por un sueño por la ópera Carmen o documentales, los televidentes se reducirían y las empresas televisivas se verían perjudicadas. Lo que debería asegurarse es que todos ganaran: que los televidentes pudieran tener una programación de mayor calidad y que las empresas mantuvieran estable su audiencia. Por lo tanto, para romper la dicotomía “culto-aburrido y entretenido-chabacano” habría que discutir sobre diferentes formas de entretenimiento, y en tal sentido distinguir entretenimiento de buena y mala calidad. Quienes acceden a más canales que los de la televisión abierta tienen esta opción de entretenimiento de mayor calidad, y reitero en que estoy refiriéndome a entretenimiento; por ejemplo, podemos encontrar series en las que se tematizan y estimulan los razonamientos morales universalistas, la reversibilidad de las posiciones, la formación de juicios imparciales a través de la narración de una muy buena historia. Las narraciones a lo largo de la historia han operado como un medio privilegiado para la educación ciudadana, desde Homero y la tragedia griega hasta Jane Austen; esa función social de la literatura es la que debería estimularse. Cuando pensamos en algunas series televisivas no estamos hablando de otra cosa que de narraciones que son capaces de provocar la empatía con los personajes y en consecuencia hacernos sentir y vivir experiencias a las que de otra forma no tendríamos acceso. La función social de las narraciones permiten trasmitir valores, ejercitarlos o rechazarlos a través de una asunción del rol del protagonista. Por supuesto que esto no agota la tarea de la formación de ciudadanos, pero no estaría nada mal que como sociedad reflexionáramos sobre los contenidos que tienen los medios que en definitiva nos pertenecen, no para imponer ningún punto de vista, sino para invitar a reflexionar y construir conjuntamente aquello que tenemos en común y de lo que somos responsables, esto es nuestra condición de ciudadanía. Seguramente todos querremos vivir en una sociedad en que la democracia y la ciudadanía sean fuertes, las razones para ello son muchas pero tal vez una de las más importantes es que de esa manera la manipulación e instrumentalización por parte de intereses particulares sería mucho más difícil de realizar.
Publicado en semanario Brecha, año 23, Nro 1146, pág.8.

07 octubre 2008

COMENTARIO SOBRE EL INDICE DE OPORTUNIDADES HUMANAS (BANCO MUNDIAL)

Igualdad de oportunidades e igualdad de capacidades

Gustavo Pereira


Recientemente en diversos medios de prensa de América Latina apareció una columna de Pamela Cox, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, titulada “América Latina: nivelar las oportunidades y la esperanza” en la que presenta el índice de oportunidades humanas (IOH) elaborado por el Banco Mundial.
La intención de este enorme trabajo es identificar las circunstancias que se encuentran más allá del control de las personas y que deberían ser combatidas para establecer iguales oportunidades de tener una vida digna. Si bien la idea de combatir las circunstancias inmerecidas no es para nada novedosa, el Banco Mundial a través de este índice estaría dando un paso significativo en la aplicabilidad al brindar una importante herramienta para luchar contra la pobreza y la desigualdad. De acuerdo a lo que se desprende del artículo de Cox y del informe del BM del año 2006, Desarrollo y equidad, donde se realiza la fundamentación normativa más acabada de esta propuesta, la principal preocupación de esta igualdad de oportunidades es la de reestablecer un “punto de partida” equitativo para todos, y que una vez que éste se logre los esfuerzos personales y el talento hagan la diferencia. Las intenciones de identificar las circunstancias que inciden en la desigualdad y en la pobreza tales como educación, salud, ingreso, contextos sociales, etc., permitirían delinear mejores y más eficientes políticas públicas, que al garantizar el acceso redundarían en resultados más justos y equitativos. Un aspecto importante que se encuentra presente en las intenciones del BM es realizar no solamente una evaluación individual sino también grupal, ya que en muchos casos la exclusión del acceso a las oportunidades está mediada por la exclusión de colectivos.
El objetivo que late detrás de todos estos esfuerzos es garantizar que una persona pueda llevar adelante su plan vital, que pueda elegir dentro de un conjunto amplio de oportunidades aquello que considera valioso para su vida. Utilizando el marco normativo de A. Sen, puede decirse que para alcanzar tales objetivos el énfasis debería estar en las capacidades que le permiten a alguien lograr los fines que considera valiosos. Entre esas capacidades se encontrarían la capacidad de estar bien nutrido, de estar libre de enfermedades, de tomar parte en la vida de la comunidad o la de elegir y perseguir un cierto plan vital.
Sin embargo, a pesar de lo que se ha señalado, la idea de igualdad de oportunidades que presenta el BM no es lo suficientemente precisa como para asegurar aquello que es necesario para que garantizar una vida digna. La razón más importante para esto es que si bien la igualación de “punto de partida” es importante y contribuye a la equidad, no es suficiente porque a lo largo de la vida de las personas pueden reaparecer circunstancias que no estén bajo su control y que afecten severamente las posibilidades de llevar adelante su plan vital. Para utilizar una metáfora similar a la de Cox, podría decirse que sería el caso de un jugador de fútbol que sufre una lesión durante los primeros minutos del partido y debe jugar lo que resta de esa forma.
Tomemos un ejemplo posible no contemplado por la igualdad de oportunidades del BM. Pensemos en una persona que ha sido igualada en sus oportunidades iniciales. Al cabo de un período de tiempo el sector de la economía en el que se desempeña sufre un fuerte deterioro y como consecuencia de ello se empobrece. Esta es claramente una circunstancia no merecida, es decir, que está fuera de su control. Sus esfuerzos no le permiten salir rápidamente de esa situación porque su oficio o conocimiento laboral ya no es demandado; decide reconvertirse pero el período que eso lleva puede comprometer severamente sus posibilidades de reinsertarse. Algunas de las consecuencias que pueden darse en ese período en el que esta persona busca reinsertarse es que además de la pérdida de ingresos tenga una modificación en sus hábitos y aptitudes laborales. También es probable que registre una pérdida de la autoestima como resultado del abatimiento que produce el sentirse inútil e improductivo; esto también impacta en la armonía y la cohesión en el seno de la familia. Esta pendiente de consecuencias indeseadas que van desde la pérdida de ingresos al menoscabo de las bases de una vida de trabajo organizada son una grave privación que no es adecuadamente capturada por el concepto de igualdad de oportunidades del BM.
Esta limitación justificaría el traslado del foco de las oportunidades a las capacidades, debido a que la dignidad humana se vería expresada con mayor precisión a través de una igualdad de capacidades elementales que a través de una igualdad de oportunidades iniciales. El concepto de capacidades de Sen al identificar todo lo que es necesario para lograr una vida digna y que debe ser asegurado a lo largo de toda la vida de las personas, no solamente reconoce la necesidad de remover aquellas circunstancias que desde el inicio de la vida comprometen una vida de dignidad y libertad, sino también atender situaciones como la de nuestro caso, en la que una persona ve hipotecadas sus posibilidades de realizar un plan vital por circunstancias no contempladas por la igualdad de oportunidades e igualmente no merecidas. Las capacidades se traducen de mejor forma que las oportunidades en libertad real.
Por lo tanto, el garantizar una igualdad de oportunidades como la que pretende el BM es importante, pero insuficiente. Concentrándonos un poco más en la discusión normativa que el BM releva con cierta superficialidad, podría decirse que esta perspectiva de igualdad de oportunidades se encuentra subsumida por los programas igualitarios más destacados y que cuentan con un instrumental analítico-normativo bastante más afinado; esto puede verse en el caso de la justicia rawlsiana, en la igualdad de recursos de Dworkin o en la igualdad de capacidades de Sen.
En conclusión, esta propuesta en su aspecto estrictamente normativo es parte de lo que se considera como la discusión por la base de información; esto es, determinar cuál es el aspecto relevante para las personas que se toma en cuenta para realizar comparaciones interpersonales, es decir, para establecer quién se encuentra mejor y quién peor. Este espacio ha sido disputado por candidatos tales como la libertad negativa, el ingreso, las necesidades básicas o los recursos, entre otros. El criterio de elección de este espacio normativo radica en cuál de estos candidatos es capaz de producir una fundamentación y una aplicabilidad coincidente con lo que consideramos un tratamiento igualitario. Para orientar tal elección, el concepto de dignidad humana se presenta como aquello que debe ser garantizado, y la disputa consiste en cuál programa puede hacerlo de mejor forma. Desde la publicación de la Teoría de la justicia de Rawls en 1971, este ha sido un tema de intensa discusión teórico-normativa. La base de información propuesta por el BM no parece ser un competidor serio ante los pesos pesados de esta disputa, léase las capacidades de Sen, los bienes primarios de Rawls o los recursos de Dworkin.

06 octubre 2008

PROYECTO DE CUOTIFICACION POLÍTICA EN EL PARLAMENTO

2014 - 2015
POCAS NUECES
Luego de tres sesiones parlamentarias, con debates y negociaciones de por medio, el Senado aprobó por 28 votos en 30 el proyecto de ley que establece una cuotificación política por sexos definida en términos de mínimos: un tercio de la composición de las listas, esto es, dos hombres y una mujer, dos mujeres y un hombre cada tres candidatos. Si bien el proyecto incluye como novedad la cuotificación para las elecciones internas de los partidos políticos y para la integración de sus órganos de gobierno de aquí en más, a nivel de las elecciones nacionales y departamentales se aplicaría por única vez en los 2014 y 2015, respectivamente. A la siguiente legislatura le correspondería evaluar los resultados para definir su continuidad o no.
Karina Thove

El proyecto de ley de cuotas aprobado por el Senado se aleja bastante de lo que fue el original presentado el 8 de marzo de 2006 y es el octavo de su tipo que las escasas parlamentarias ­acompañadas por algunos políticos varones- vienen planteando sin éxito desde la recuperación democrática. Las dificultades para su negociación y tratamiento insumieron tres sesiones del Senado (14, 21 y 28 de mayo); ahora habrá que ver qué sucede en la Cámara de Representantes y qué tan ágil o dispuesto está ese cuerpo a votarlo, sobre todo teniendo en cuenta que llevó dos años que la iniciativa llegara al plenario del Senado.
Posiblemente no sea tan "papa caliente" como el proyecto de ley de defensa de la salud sexual y reproductiva, que también cuenta con media sanción del Senado desde octubre del año pasado, sin que diputados y diputadas se decidan a considerarlo. La amenaza del veto presidencial paraliza voluntades dentro de la izquierda y el resto del elenco político hace la plancha, como viene sucediendo en todas las legislaturas.
Curiosamente, en ambos proyectos en los que el corte de género se vuelve medular para su análisis, las argumentaciones de nuestros parlamentarios adquieren el mismo tono monocorde que comienza siempre por el mandato "natural" de la maternidad y los cuidados familiares como prioridad a asumir, casi en exclusiva, por las mujeres. En un caso, para recordar que ese rol está establecido "antes" de nuestro deseo personal de ser madres o no ­es tan "subversivo" legalizar el aborto porque implica "aceptar" una elección individual "independient e" del mandato-; en el otro, como norma que nos sigue legitimando en la órbita privada, muy por encima de las ganas o no que tengamos de ser incluidas y aprovechadas desde nuestras capacidades personales en el mundo público, donde seguimos siendo consideradas como recién llegadas o arribistas sencillamente porque no tenemos derecho a pertenecer a ese "otro" lugar.

LOS ESTEREOTIPOS DE GÉNERO

Como síntesis final, coincido con Mónica Xavier: este ha sido nada más que un pequeño paso, por cierto, muy distante del espíritu que acompaña este tipo de iniciativas, que es el de profundizar el principio de igualdad en las democracias contemporáneas. La senadora rescató el debate parlamentario del proyecto, calificándolo de " muy importante". Para mí, como ciudadana, también fue significativo porque pude conocer explícitamente como piensan nuestros parlamentarios y parlamentarias a la hora de discutir ideas que descansan en una serie de supuestos que fueron y vinieron todo el tiempo en el debate.
Así, nadie debería sorprenderse del convencimiento, bastante generalizado, de nuestro elenco político, de que a las mujeres no les interesa estar en la arena política y de que por eso mismo "se explica" que no estén. El nacionalista Alberto Heber basó su análisis en la constatación empírica de que las mujeres " desaparecen" de la vida política en el momento de formar una familia ­aunque habría que señalar que en el mercado laboral hace ya bastante tiempo que viene sucediendo otra cosa: las mujeres no dejan de trabajar cuando tienen hijos, ni de buscar ascensos o hacer carrera al interior de sus lugares de trabajo ni de ensayar todo tipo de arreglos familiares para balancear ambos mundos y también suelen estar más calificadas/preparadas que sus pares masculinos, como lo indican todas las tendencias mundiales a nivel de la matriculación universitaria-. Pese a que este senador no habló de "falta de vocación" ­como si lo hicieron otros-, concluyó que las mujeres prefieren seguir desempeñando su rol fundamental e insustituible dentro de la familia a andar por ahí a altas horas de la noche en reuniones interminables como exige la militancia política. Dicho de otro modo, más vale un padre ausente que una mamá que no esté incondicionalmente a todas horas en casa; mientras lo primero tiene justificación, lo segundo es imperdonable. Y, por supuesto, apostar por otras alternativas más "equilibradas" ni siquiera pasa por la mente de los políticos varones que, si bien invocaron a "las nuevas generaciones" con frecuencia, nunca consideraron que estos estereotipos son construcciones culturales y no un deber ser femenino inmodificable.

PROBLEMAS CON LA REPRESENTACION

Los miedos del también nacionalista senador Gustavo Penadés ­de que el día de mañana se le siente en la banca contigua a la suya una de las chicas de "Bailando por un sueño" (si es que directamente no lo desplaza)- aluden a otro tipo de discusiones, bastante recurrentes, cuando las mujeres pretendemos ingresar al mundo público sin basarnos exclusivamente en nuestra condición de "bello sexo". Hay bastantes dificultades para visualizar que esto no alude a un problema de capacidades -aunque en ocasiones nos obsesionemos en demostrarlo con ahínco, como si bastara para que nos cedan un lugar en el Club de Tobby- sino a garantizar las mismas oportunidades de participación y competencia.
La idea de representación democrática implica que quienes nos representan hablan no sólo en nombre de nuestros intereses o de los suyos propios, sino en función del interés general que está por encima de toda mezquindad o corporativismo. Las últimas encuestas de opinión pública indican que la ciudadanía tiene interés en que más mujeres estén en lugares de decisión, esto con independencia de que sean el 52% del electorado y pueda invocarse aquí un criterio de justicia distributiva tal como reclaman las mujeres políticas con la cuotificación.
Pero en el Senado se consideró como muy relevante que "las mujeres no votan mujeres", aunque seguramente no se tuvo en cuenta que como mayoría electoral no tienen por qué comportarse como una minoría. Esto me recordó discusiones añejas, ya perimidas en el tiempo, que fundamentaban la no consagración del sufragio femenino en que sería un voto conservador, vinculado a la iglesia o a que las mujeres votarían lo que votaba el marido o el padre...
¿Cómo votar mujeres si no están en las planchas electorales?, pero además yo me pregunto: ¿para qué quiero votar mujeres por el simple hecho de serlo? Y los hombres, ¿jamás votarían mujeres porque ellas nunca podrán representar sus intereses? ¿No se supone que votamos por ideas, por programas, por partidos políticos, por simpatías/empatías cívicas, por convicciones que van más allá de las personas?
Una cosa sí ha quedado clara en estos años: quien quiera ver plasmados proyectos que nos interesan a las mujeres más que a los hombres, porque nos afectan en forma diferente, necesita de una bancada femenina más numerosa; sólida y solidaria ya ha demostrado serlo y, teniendo en cuenta la escasez, muy eficaz a la hora de sacar adelante iniciativas que de otra forma seguirían considerándose como "temas menores" y sin importancia.
El argumento del valor de las minorías que llamativamente ha circulado también fuera del recinto parlamentario, en los medios de comunicación (entonces, ironizaron, tiene que haber cuota para los pobres, los trabajadores rurales, los afrodescendientes, los jóvenes, etc.) pierde pie porque lo que tenemos que decidir pasa por la calidad de la democracia definida en términos de paridad, un camino aun poco transitado en el Uruguay del siglo XXI pero muy vigente en el mundo contemporáneo.
Por otra parte, si lo que hace falta es "resolver un problema cultural" como dijo el senador frenteamplista José Mujica, habría que empezar por reconocer que en la agenda política estas discusiones no integran ningún orden del día.

DUDO, LUEGO VOTO

Personas tan distintas como Julio María Sanguinetti, José Mujica y Lucía Topolanski, señalaron que el mecanismo de la cuotificación no los convence del todo pero igual lo votaron "por las dudas". En un Parlamento democrático, ¿no se votan las leyes por convicción, además de admitir las acciones estratégicas que llevan a no salirse del molde de lo políticamente correcto o las disciplinas partidarias?
Que ingresen más mujeres al Parlamento no va a dotarlo de "valores más altruistas" o "sentimientos más nobles", ni va a eliminar la corrupción u otro tipo de tonterías esencialistas que circulan por ahí. Visualizadas como "raras" por ser pocas, las mujeres políticas sí muestran un comportamiento de sobreexigencia que se traduce en mejores rendimientos y resultados, como viene sucediendo con la Bancada Bicameral Femenina y como algún día dejará de pasar según pronosticó hace muchas décadas Simone de Beauvoir. La igualdad se alcanzará cuando tengamos el mismo número de mujeres y hombres mediocres en todas partes, cuando las equivocaciones de una mujer dejen de ser utilizadas contra todas las demás y su excelencia no sea la única condición bajo la lupa que le permita trascender el "reino de las necesidades", en el cual tampoco puede seguir estando sola con la excusa de que allí es "imprescindible".
Tenemos derecho a exigir la paridad y la cuota política es tan sólo un mecanismo más entre otros a ensayar. Es una deuda muy vieja que se arrastra como déficit desde los sueños incumplidos de la Ilustración. No creo que nos falte vocación ni convencimiento pero esta salida tibia, gradualista, bien uruguaya, en lo personal me exime de cualquier exceso de entusiasmo. Hubo mucho ruido (además muy conocido) y las mismas pocas nueces que cosecha
RECUADRO:
ACCIONES Y REACCIONES

Mientras el debate se fue dando y aplazando en el Senado, las mujeres hicieron algo más que ir a las barras, donde también simularon ser tratadas como musulmanas en la sesión del 21 de mayo, para disgusto de algunos parlamentarios y de la comunidad islámica del Uruguay. Recordemos que en algunos de los países de esa fe, aun hay incipientes democracias que no han consagrado el derecho al voto de las mujeres o lo han hecho en forma muy reciente como Afganistán (2002) y Kwait (2005).
En Montevideo pudieron verse algunos pasacalles, incluyendo uno que estuvo colocado frente a la Casa del Partido Nacional y otro frente al Palacio Legislativo, así como los carteles que aparecieron en los baños de hombres del recinto parlamentario: "Este es el único lugar del Poder Legislativo donde las mujeres no queremos entrar".
Aprovechando la era digital ­algo que hubiera sido la envidia de las sufragistas de principios del siglo XX- circularon mails refutando las argumentaciones de algunos senadores que llegaron a los medios de comunicación donde fueron difundidos. Posteriormente, eso se tradujo en el enojo de representantes nacionales como el senador nacionalista Francisco Gallinal, que un año atrás habría dicho públicamente que votaría a favor de la cuota y su par Carlos Moreira, que quedó "pegado" con la frase: " Mujeres vocacionales, inteligentes y estudiosas no abundan" según él, sacada de contexto pero que le valió que su hija de 20 años lo llamara para decirle "Papá, sos una bestia". Cuando el senador Moreira quiso aclarar sus dichos en sala, sólo agregó que mujeres "como la senadora Margarita Percovich" no abundan... Para eso, mejor que desensille y no aclare.
De todas formas, ya se vaticinaron artimañas para eludir la ley. El senador blanco Jorge Larrañaga auguró que podrían presentarse una pluralidad de listas cuotificadas (en las internas) y por eso mismo llevarían el impacto real a la baja en el número de mujeres. No es casualidad que los sectores políticos más grandes de todos los partidos políticos hayan sido los menos dispuestos a defender la cuotificación.
Publicado en La República de las Mujeres, diario La República, 8 de junio de 2008

PRESENTACION DEL LIBRO DE GUSTAVO PEREIRA (MEC)



El libro puede adquirirse en el Instituto de Filosofía, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Tel: 4081231

PRESENTACION


PRESENTACIÓN
El grupo de investigación Ética, justicia y economía es un equipo interdisciplinario de la Universidad de la República.Tiene sus referentes institucionales en el Departamento de Filosofía de la Práctica y en el Instituto de Economía, siendo sus responsables directos los profesores
Gustavo Pereira y Andrea Vigorito.
Las líneas de investigación que desarrolla se centran en la definición e implementación de criterios normativos de distribución de recursos, evaluación de la desigualdad y modelación de preferencias a través de la discusión pública.
En la actualidad se encuentra ejecutando proyectos de investigación que tienen su centro de interés en el estudio de las preferencias adaptativas y su influencia en la eficiencia que tienen las políticas sociales destinadas a combatir la pobreza.


Integrantes del Equipo: