Fernanda Diab
Sin duda la filosofía debería tener más exponentes con las cualidades para la oratoria que tiene el filósofo italiano Gianni Vattimo, quien regresó a nuestro país después de nueve años, invitado por la Facultad de Ciencias de la Comunicación. Como en aquella ocasión, convocó a un auditorio que colmó el Paraninfo de la Universidad de la República, lo escuchó atentamente y disfrutó de sus comentarios extrafilosóficos. Combina la filosofía con la política (formó parte del Parlamento europeo hasta el 2004), es de izquierda y se define como un católico desconforme y antipapal; rasgos que contribuyen a ganarse esa simpatía del público.
Su pensamiento es parte de la llamada filosofía posmodernista y es el creador de la tradición filosófica denominada pensiero debole (pensamiento débil). La década de los ochenta, en la que la mayoría de los teóricos ubican el fin de la modernidad, fue en la que produjo los títulos más importantes de esta temática. Se destacan: “El pensamiento débil” (1983), “El fin de la modernidad” (1985), “La sociedad transparente” (1989) y “Ética de la interpretación” (1989). Toda su obra está influida fuertemente por la filosofía de Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger.
La filosofía posmodernista surgió como una expresión de una época de crisis y cuestionamiento de los rasgos más típicamente modernos: la idea de progreso, el cientificismo, los proyectos colectivos, la concepción unitaria de la historia, la confianza en la razón. Vattimo se destacó por identificar el fin de estos rasgos modernos (algunos filósofos como Jürgen Habermas creen que es una acentuación de los mismos), con un proceso de emancipación de la humanidad, posición que aún mantiene. La liberación fundamental es con respecto a la “verdad fuerte”, los discursos unificadores o lo que Jean Francois Lyotard denominó “grandes relatos”. Estos discursos que pretenden ser una descripción acabada de la realidad, son de origen europeo y por ello su función se asocia al papel dominador de los países colonizadores. Es así que una de las hipótesis que presenta en La sociedad transparente con respecto al surgimiento de la posmodernidad no tiene que ver con un origen teórico sino con un acontecimiento histórico: los últimos procesos de descolonización del siglo XX. Las culturas emergentes revelan que el ideal europeo de hombre es un ideal entre otros. Así la multiplicación de concepciones del mundo se convierte en uno de los rasgos típicos de esta época posmoderna.
El “pensamiento débil” surge de la aceptación de la pluralidad de interpretaciones de la realidad. Ya no se puede hablar de La Verdad, lo único que tenemos son diversas interpretaciones histórica y culturalmente condicionadas. Son “verdades débiles”, lo cual, desde esta concepción, no es un atributo negativo sino positivo. En este tema se centró la conferencia de Vattimo que se tituló: “Del pensamiento débil al pensamiento de los débiles”. Esta corriente filosófica se levanta contra toda visión hegemónica del mundo y rescata el nihilismo nietzscheano no como el advenimiento de un sin sentido absoluto sino como la actitud de no creer que nuestras creencias son únicas o las mejores. Sostuvo Vattimo que el pensamiento débil, junto con Nietzsche y Heidegger, ve al nihilismo como un progreso, no como pérdida. Afirmó: Veo a la tradición occidental como tradición del ocaso progresivo de la verdad. Se trata del debilitamiento del objetivismo (la verdad se encuentra en los objetos), lo cual libera al hombre de la imposición de verdades. No hay valores absolutos, la única posibilidad es ponernos de acuerdo con el que tenemos al lado. Sólo con respecto a este último punto -relacionado con el diálogo y una posición crítica frente a la tendencia actual de defensa de la deliberación como elemento legitimador de la democracia- encontramos cierta novedad en el discurso del filósofo.
El diálogo con el otro también supone interpretación y desde la asunción del pensamiento débil hay que aplicar el “principio de caridad” (que vagamente comparó con el principio de Donald Davidson y Willard Quine) para escuchar al otro y hacer posible el entendimiento. Esta actitud caritativa que debemos tener frente a otros se basa en el reconocimiento de que la verdad no es algo dado que se nos enfrenta, sino que la verdad se acuerda, se decide frente a otros. Cuando me pongo de acuerdo, eso es la verdad y no cuando llego a la verdad me pongo de acuerdo. El carácter intersubjetivo de la verdad, es una noción que ya está ampliamente arraigado en la filosofía contemporánea, por lo que no encontramos aquí aporte alguno. A la vez quienes defienden desde el ámbito de la filosofía política la deliberación como criterio normativo para la evaluación de las instituciones democráticas, no son ciegos frente a las asimetrías en las que los dialogantes se encuentran, aunque no siempre los mecanismos que proponen para disminuirlas o eliminarlas son los adecuados. La relación que Vattimo hace entre pensamiento débil y democracia se centra en la idea de que la democracia necesita menos decisiones unilaterales y más diálogo, aunque cuestiona justamente las condiciones en que esto se produce. Define a la democracia moderna como una manera de aplicar el principio de amor al prójimo cristiano. Es una secularización de este principio. Para Vattimo parece ser este principio –muy curiosamente- el único de carácter universal en el que fundamentar la democracia y la moral. Afirmó: La única moral es el principio de caridad más las reglas de tránsito. Parece olvidar Vattimo los cuestionamientos a los que ha sido sometido este principio, comenzando por su iluminador Friedrich Nietzsche que postulaba el “amor al lejano”, hasta Sigmund Freud cuando fundamenta su imposibilidad en “El Malestar en la cultura”. Por otra parte debería explicar a quién se considera el prójimo, ya que con su “ética débil”, no parece ser posible fundamentarlo, y a juzgar por el estado de situación de la humanidad, no parece ser ésta una noción muy evidente.
Finalmente afirmó que los débiles son la única audiencia posible para el pensamiento débil, al cual considera un pensamiento revolucionario. Si, como sostenía Martin Heidegger, “ser” es estar abierto al futuro, y la esperanza en el futuro es propio de los débiles, entonces esta filosofía tiene un compromiso de clase.
Su pensamiento es parte de la llamada filosofía posmodernista y es el creador de la tradición filosófica denominada pensiero debole (pensamiento débil). La década de los ochenta, en la que la mayoría de los teóricos ubican el fin de la modernidad, fue en la que produjo los títulos más importantes de esta temática. Se destacan: “El pensamiento débil” (1983), “El fin de la modernidad” (1985), “La sociedad transparente” (1989) y “Ética de la interpretación” (1989). Toda su obra está influida fuertemente por la filosofía de Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger.
La filosofía posmodernista surgió como una expresión de una época de crisis y cuestionamiento de los rasgos más típicamente modernos: la idea de progreso, el cientificismo, los proyectos colectivos, la concepción unitaria de la historia, la confianza en la razón. Vattimo se destacó por identificar el fin de estos rasgos modernos (algunos filósofos como Jürgen Habermas creen que es una acentuación de los mismos), con un proceso de emancipación de la humanidad, posición que aún mantiene. La liberación fundamental es con respecto a la “verdad fuerte”, los discursos unificadores o lo que Jean Francois Lyotard denominó “grandes relatos”. Estos discursos que pretenden ser una descripción acabada de la realidad, son de origen europeo y por ello su función se asocia al papel dominador de los países colonizadores. Es así que una de las hipótesis que presenta en La sociedad transparente con respecto al surgimiento de la posmodernidad no tiene que ver con un origen teórico sino con un acontecimiento histórico: los últimos procesos de descolonización del siglo XX. Las culturas emergentes revelan que el ideal europeo de hombre es un ideal entre otros. Así la multiplicación de concepciones del mundo se convierte en uno de los rasgos típicos de esta época posmoderna.
El “pensamiento débil” surge de la aceptación de la pluralidad de interpretaciones de la realidad. Ya no se puede hablar de La Verdad, lo único que tenemos son diversas interpretaciones histórica y culturalmente condicionadas. Son “verdades débiles”, lo cual, desde esta concepción, no es un atributo negativo sino positivo. En este tema se centró la conferencia de Vattimo que se tituló: “Del pensamiento débil al pensamiento de los débiles”. Esta corriente filosófica se levanta contra toda visión hegemónica del mundo y rescata el nihilismo nietzscheano no como el advenimiento de un sin sentido absoluto sino como la actitud de no creer que nuestras creencias son únicas o las mejores. Sostuvo Vattimo que el pensamiento débil, junto con Nietzsche y Heidegger, ve al nihilismo como un progreso, no como pérdida. Afirmó: Veo a la tradición occidental como tradición del ocaso progresivo de la verdad. Se trata del debilitamiento del objetivismo (la verdad se encuentra en los objetos), lo cual libera al hombre de la imposición de verdades. No hay valores absolutos, la única posibilidad es ponernos de acuerdo con el que tenemos al lado. Sólo con respecto a este último punto -relacionado con el diálogo y una posición crítica frente a la tendencia actual de defensa de la deliberación como elemento legitimador de la democracia- encontramos cierta novedad en el discurso del filósofo.
El diálogo con el otro también supone interpretación y desde la asunción del pensamiento débil hay que aplicar el “principio de caridad” (que vagamente comparó con el principio de Donald Davidson y Willard Quine) para escuchar al otro y hacer posible el entendimiento. Esta actitud caritativa que debemos tener frente a otros se basa en el reconocimiento de que la verdad no es algo dado que se nos enfrenta, sino que la verdad se acuerda, se decide frente a otros. Cuando me pongo de acuerdo, eso es la verdad y no cuando llego a la verdad me pongo de acuerdo. El carácter intersubjetivo de la verdad, es una noción que ya está ampliamente arraigado en la filosofía contemporánea, por lo que no encontramos aquí aporte alguno. A la vez quienes defienden desde el ámbito de la filosofía política la deliberación como criterio normativo para la evaluación de las instituciones democráticas, no son ciegos frente a las asimetrías en las que los dialogantes se encuentran, aunque no siempre los mecanismos que proponen para disminuirlas o eliminarlas son los adecuados. La relación que Vattimo hace entre pensamiento débil y democracia se centra en la idea de que la democracia necesita menos decisiones unilaterales y más diálogo, aunque cuestiona justamente las condiciones en que esto se produce. Define a la democracia moderna como una manera de aplicar el principio de amor al prójimo cristiano. Es una secularización de este principio. Para Vattimo parece ser este principio –muy curiosamente- el único de carácter universal en el que fundamentar la democracia y la moral. Afirmó: La única moral es el principio de caridad más las reglas de tránsito. Parece olvidar Vattimo los cuestionamientos a los que ha sido sometido este principio, comenzando por su iluminador Friedrich Nietzsche que postulaba el “amor al lejano”, hasta Sigmund Freud cuando fundamenta su imposibilidad en “El Malestar en la cultura”. Por otra parte debería explicar a quién se considera el prójimo, ya que con su “ética débil”, no parece ser posible fundamentarlo, y a juzgar por el estado de situación de la humanidad, no parece ser ésta una noción muy evidente.
Finalmente afirmó que los débiles son la única audiencia posible para el pensamiento débil, al cual considera un pensamiento revolucionario. Si, como sostenía Martin Heidegger, “ser” es estar abierto al futuro, y la esperanza en el futuro es propio de los débiles, entonces esta filosofía tiene un compromiso de clase.
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