El miércoles de la semana pasada murió el filósofo canadiense Gerald Allan Cohen. Quienes hace pocos meses presenciaron su conferencia de despedida, a través de la cual cerraba su ciclo de labor académica, se enfrentaron a una síntesis de humor y filosofía; y es que además de su lucidez, generosidad y afabilidad, G.A.Cohen se destacaba por un gran sentido del humor el cual había sabido aprovechar en sus tiempos de estudiante haciendo stand-up comedy para ganarse la vida. Ocupó durante veintitrés años la cátedra Chichele de Teoría Social y Política del All Souls College de
Su ensayo “La teoría de la historia de Karl Marx”, editada en 1978, es considerada la obra fundacional de dicha tradición filosófica, la que integran también John Roemer, Eric Olin Wright, John Elster entre otros. Más que de una tradición, o de una doctrina filosófica, debería hablarse de una metodología de trabajo aplicada a la revisión y redireccionamiento de la temática marxista. Lo que todos estos autores tienen en común es la disposición crítica a enfrentar las concepciones marxistas con argumentos lógico-empíricos y abandonarlas en caso de resultar inconsistentes. Esto ocurrió con las tesis relativas al papel revolucionario del proletariado y al desarrollo de las fuerzas productivas como condición necesaria para la instalación de una sociedad comunista. Tal posición los enfrentó a cuestiones relacionadas con los problemas de justicia distributiva -los cuales para el marxismo ortodoxo estaban conjurados por el desarrollo productivo y la desaparición de la lucha de clases- y con la motivación moral. De esta manera estos autores se pusieron en sintonía con la temática del discurso liberal aunque no de forma acrítica. Sin embargo no abandonaron su confianza en la construcción de una sociedad socialista; dice Cohen: Nuestro intento de ir más allá del carácter depredador de las sociedades de mercado ha fracasado hasta ahora. Pero ésta no es una buena razón para dejar de intentarlo.
Hacia mediados de la década de los 90, Cohen se vuelca principalmente al análisis de cuestiones normativas. Pertenecen a este período “Self-Ownership, Freedom, and Equality” (1995) y un conjunto de conferencias dictadas en 1996 que se editaron bajo el título “Si eres igualitarista, ¿cómo es que eres tan rico?” (2000). En estas conferencias se encuentra la revisión marxista a la que se hizo referencia, así como las críticas –consideradas las de mayor impacto- a
Afirma que en el principio rawlsiano subyace una asunción acerca del carácter exclusivamente egoísta de las motivaciones humanas. Y esto lo conduce a un planteo alejado también del marxismo ortodoxo, acerca de cuáles son las vías posibles para alcanzar una sociedad igualitaria. Para Marx lo único que podría neutralizar la tendencia hacia la desigualdad es la abundancia material. En la primera etapa de su obra, Cohen no argumentaba por este camino. Aunque la gente sea egoísta, se puede lograr la igualdad ya que la estructura social juega un rol muy importante, puede llegarse a la igualdad a través de las normativas impuestas desde el gobierno. En las Conferencias Cohen sostiene haber cambiado de posición sobre todo con respecto a esto. La estructura social no puede por sí sola conjurar la desigualdad. Esto se debe no a una naturaleza humana egoísta, sino a un tipo de hombre que es resultado del capitalismo y “que hace imposible recuperar el camino del socialismo”. Por esto es necesario un cambio moral en los individuos que los comprometa con una sociedad igualitaria y que haga innecesarios, por ejemplo, los incentivos a los más talentosos. Sostiene: ..., la justicia no puede ser sólo una cuestión de la estructura legal del Estado dentro del que la gente actúa, sino que es también una cuestión que tiene que ver con los actos que la gente elige dentro de esa estructura, con las opciones personales que llevan a cabo en su vida diaria. He llegado a pensar, por decirlo con un eslogan que se ha hecho popular recientemente, que lo personal es político.” (2000, p.166) Al no ser el egoísmo una condición natural es posible un cambio, una modificación en el modo de ser y de actuar de los individuos; muestra que es posible un nuevo ethos igualitario, es decir una disposición en los comportamientos de las personas que lo conduzcan a comprometerse con una sociedad igualitaria más allá de la coerción institucional. No es fácil establecer cuáles son las vías por las que un ethos puede ser modificado. Una de las formas que Cohen identifica es a través de “pioneros morales” o lo que podría llamarse una elite moralizadora. Se trataría de individuos que de forma adelantada son capaces de modificar sus conductas trascendiendo lo establecido. Sería el caso por ejemplo de maridos que fueron capaces en una sociedad sexista de modificar sus conductas como respuesta a las críticas feministas. El papel que cumplen estos pioneros es el de hacer cada vez más difícil la reproducción de las conductas que responden al orden establecido. Cada vez más serían los individuos que se sentirían avergonzados de llevar a cabo prácticas sexistas. El hecho es que para alcanzar una sociedad justa, es necesario que las opciones privadas también se encuentren sujetas a reglas de justicia, que los individuos estén comprometidos en todos los órdenes de su vida con los principios de justicia. De esta forma, Cohen se enfrenta a uno de los pilares fundamentales del liberalismo según el cual lo público y privado deben conservar una distancia para preservar la libertad individual, el peligro de lo cual radica en que se pierdan los lazos de cohesión y como consecuencia se pierda el compromiso con la aplicación de los principios de justicia. En definitiva, sin individuos justos no es posible una sociedad justa.
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