24 agosto 2009

PICHISFOBIA

PICHISFOBIA

Cuando se dieron a conocer las últimas cifras de pobreza, indigencia y desigualdad social en Uruguay, a pesar de que todos los indicadores señalan una mejoría, pocos parecieron alegrarse del producto del esfuerzo que la sociedad uruguaya en su conjunto ha hecho a través de políticas públicas aplicadas por el actual gobierno. ¿Es que ya no importa la equidad social?

KARINA THOVE

Historia más que reciente es el alarmante crecimiento del número de pobres e indigentes en 2002/2003, que ningún medio de comunicación dejó de retratar en los comedores populares, creados de apuro para dar un plato de comida a quienes no tenían nada. Imposible olvidarse de los rostros de vergüenza, hambre, miseria y desazón de quienes no querían ?salir en la foto? en esa situación.

La actual administración ganó las elecciones haciendo énfasis en la apremiante necesidad de atender a los sectores más pobres de la sociedad: el Estado intervendría con políticas sociales y en la redistribución de la riqueza. Cuando menos el 50,45% (quienes votaron al Frente Amplio) estuvo de acuerdo con esa prioridad, aunque no tengo por qué dudar que entre quienes no lo votaron existía preocupación y sensibilidad social para atender la pobreza.


EMERGENCIA VS. ASISTENCIA

Una de las primeras políticas fue el Plan de Emergencia que, impulsado por un flamante Ministerio de Desarrollo Social, demoró unos meses en empezar a andar y culminó en diciembre de 2007. Mediante un "ingreso ciudadano" de $ 1.300 para los hogares en situación de "pobreza extrema" (una focalización selectiva nada simpática entre distintos grados de pobreza), se transfirieron recursos a unas 240.000 personas.

Esta asistencia "de emergencia" es lo que hasta hoy se sigue cuestionando desde no pocos sectores de la sociedad.Desde los medios de comunicación se le preguntaba a los beneficiarios del Panes en qué gastarían el dinero y no pocos se indignaron porque compraban celulares, un buen par de championes o bebidas alcohólicas. ¿Cómo los más pobres iban a tener un celular (¡¡qué descaro!!, encima ¡igual al que tengo yo!)? ¿Cómo iban a tomarse un vino o una cerveza, en vez de comprar nada más que alimentos básicos y nutritivos? A nadie que razona así se le ocurre cuestionarse cómo distribuye y gasta -o malgasta- su presupuesto, ni considera que esté mal ?darse un gusto? de vez en cuando porque después de todo es ?su? dinero. No obstante, se sienten con el derecho a juzgar -no controlar, que es lo que debe hacer el Estado mediante un sistema de contraprestaciones- en qué gastan quienes por consenso social tenían prioridad.

Si bien esa transferencia de recursos fue puntual y acotada en el tiempo, aún hoy circula el discurso reactivo de que "se sigue asistiendo a los pobres con plata de mi bolsillo". Es que la batería de políticas sociales -nuevas asignaciones familiares, reforma de la salud, planes nacionales de alimentación y de reinserción en el sistema educativo, trabajo transitorio, préstamos a pequeños emprendimientos, operaciones gratis de cataratas, atención de la salud bucal de la niñez, Plan ceibal- se complementan con un cambio drástico en la recaudación de impuestos -el IRPF que sustituyó al masivo IRP-, los consejos de salarios y su directo impacto en la mejora del ingreso, el reconocimiento de las trabajadoras domésticas y de las/os rurales.

Es el conjunto de todas estas políticas impulsadas a lo largo de estos últimos cuatro años, lo que llevó a que la pobreza se redujera del 32 al 20.5% y la indigencia del 2 al 1.5%, lo que no significa que sigan siendo altas. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2004 la pobreza infantil era del 56% y en 2008 se redujo al 38% (se trata de 60.000 niños) y parece que el índice de Gini -que mide las distancias entre los más ricos y los más pobres- bajó levemente.


¿LOS POBRES YA NO MERECEN AYUDA?

Sin embargo, esa ayuda solidaria hoy no cuaja bien en buena parte de las capas medias, traduciéndose en expresiones de odio y desprecio hacia los más pobres, a los que se tilda de "pichis, vagos, mamertos, drogadictos, delincuentes", sin olvidar que la pena de muerte y la "mano dura" contra la inseguridad es vista con buenos ojos por no pocos uruguayos y uruguayas.

Las expresiones más fóbicas y reaccionarias llegaron a la quema, insultos o patadas ?por diversión? a indigentes que pernoctan en la vía pública e incluso, como lo denunció un informativo televisivo, una página en Facebook (ya fue levantada) pregonaba, textualmente: "odio a los pichis que te ven 4 veces x día igual te piden dinero!! (?)lo q pasa es q no quieren trabajar ya sea xq son vagos o para cobrar el plan de emergencia, todavia tiran toda la basura de los contenedores generando criaderos de ratas dicen q lo hacen para buscar comida; pero... en los comedores y albergues les dan pero ellos no quieren ir xq los obligan a "bañarse" y dejar afuera el" vino"; que mal los del albergue!!! y sabemos q los q son menores si pueden te roban ;y si no te roban es xq ya no tienen fuerzas para correr porque estan pasados de pasta;... asi que yo propongo q si pueden peguenles, prendalos fuego, orinenlos, pero haganle notar que se les termina "la impunidad" muchachoss. salu2 a todos y los espero en la practica?" (sic).

Es que ahora que los pobres "son todos unos pichis", a Susanita (el inefable personaje creado por el humorista argentino Quino) dejó de interesarle la caridad y pide que los encierren a todos por "chorros, vagos o inservibles", porque "no tienen valores" y, en consecuencia, no merecen compartir nuestra misma humanidad.


LA SOCIEDAD DEL FUTURO

Si no eliminamos la pobreza extrema, la miseria, la ignorancia, la exclusión social, cada vez será más difícil convivir y sacar adelante cualquier proyecto de país. Aquel mundo que imaginaba H.G. Wells en "La máquina del tiempo" con´los ´´morlocks´´ y los ´´eloi´´, unos hambrientos y brutos sobreviviendo bajo tierra, otros aristócratas viviendo cómodamente sobre la tierra pero amenazados por aquellos, que en las noches sin luna subían a la superficie para devorarlos- además de ser una pesadilla arquetípicamente burguesa, es un miedo más cercano a la realidad que a la ciencia ficción. Aunque sólo sea por eso, deberíamos considerar importante lograr una mayor equidad social.

El espíritu solidario para muchos se termina en la frontera del bolsillo y las mejores oportunidades recibidas en el escenario de la sociedad liberal, se transforman mágicamente en mérito propio. Así, todo está bien cuando hay beneficios a repartir, pero el malestar aparece cuando "la carga social" -que es otro tipo de torta nada apetecible- también se distribuye y compulsivamente hay que colaborar. El egoísmo siempre viene bien para evadir responsabilidades, mucho más si consideramos que quienes viven en casas enrejadas son los únicos respetuosos del "Estado de derecho", de lo que se desprende que todos los demás no lo son.

Publicado en La Republica de las Mujeres, diario La República, 9.8.2009

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